Me siento zamarreada, pero de una buena manera.
A veces soy una persona bien esotérica para mis cosas. Creo en la astrología, en los rituales de luna nueva y en las cartas de tarot. Me las leo cada vez que no sé qué estoy haciendo con mi vida, y muchas veces me pasa que no sé exactamente que me quiere decir la respuesta hasta que pasa algo, como tener una conversación.
Las cartas me dijeron que algo así tenía que pasar para poder avanzar con ciertas cosas de mi vida personal, y quizás no era la conversación que esperaba, pero definitivamente era la que necesitaba. Es como esa canción de Arctic Monkeys, Snap out of it, donde Alex Turner interpela a la persona diciendo que quiere agarrarla por los hombros para que espabile. Lo mío no es la misma situación, pero el sentimiento fue el mismo.
Y aprendí algunas cosas.
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Sí, este último par de años ha sido de mucho cambio, muchas cosas malas han pasado como para querer rendirme con la vida. Estoy cansada y estoy cansada de estar cansada (esas fueron mis palabras literales a mi Alex Turner cuando estábamos hablando de la situación), pero sé que ya no me puedo seguir revolcando en mi autocompasión y en mi pena por todas las cosas que han salido no como yo lo esperaba, porque la vida al final del día es inevitable, y eso es exactamente lo que me pasó, la vida. La vida me pasó por encima y mi entorno inmediato se volvió algo insostenible en mi perspectiva, pero no estoy haciendo nada al respecto. Ese es el problema.
Si, la conversación que tuve no fue la que esperaba, pero era la que necesitaba para darme cuenta de que la única que me puede sacar de la situación en la que me encuentro soy yo. Y sé que me va a costar, y que probablemente me va a doler. Pero es tiempo de dar vuelta la página, de empezar un nuevo ciclo en mi vida, de dejar que la torre se caiga para poder armar algo que sea completamente mío, como mi propia vida.
En resumen, necesitaba a alguien que no me conociera, que no me conozca de hace años, que no haya vivido conmigo, que no le haya tenido que acompañarme a clínicas y a quedarme despierta hasta las cuatro de la mañana en urgencias, que tenga otra perspectiva del mundo, que no me mimara y que me dijera las cosas de frente.