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Hace un par de años (más de un par de años, en realidad) grabé un video sobre la timidez y como sobrellevarla, video que de por sí me costó mucho hacer, principalmente porque no quería ser percibida, y hablarle a una cámara es esencialmente hablar sola en mi pieza, y eso significaba que me podían preguntar que estaba haciendo, y eso significaba tener que explicar que tengo un canal de YouTube y lo que implica eso. Que en realidad no tiene demasiadas implicancias, pero nunca me ha gustado que me pregunten demasiado por las cosas que hago o dejo de hacer, por lo menos mi círculo familiar más inmediato.
Siempre fui una niña muy tímida. Tenía mis momentos de menos o más dependiendo del año y los círculos con los que estaba, pero siempre fue algo que estuvo ahí. No estoy demasiado segura de cuando empezó mi timidez, o como, de lo que sí me acuerdo, y es algo que ha salido muchas veces a relucir, es de todas las veces que me dijeron, no necesariamente en estas palabras, que no llamara tanto la atención, que no me salía, que me iban a acusar cuando hacía algo “malo”, o pensar que mis pares lo hacían mejor que yo: hacer amigos, ser sociables, y pensar en como lo hacían sin pensarlo demasiado, en que decir o en como los iban a percibir cuando todavía no sabía cómo poner todos estos sentimientos en palabras. Porque después de todo, eso es lo que es la timidez, emociones que nos hacen sentir miedo, incomodidad, nervios o inseguridad frente a personas o situaciones. Y gracias a que todo esto fue en mis años formativos, se me quedó como una herida que no cicatriza bien o un tatuaje muy bien cuidado, algo que puede durar fácilmente diez años intacto.
Ahora que lo pienso, creo que me pasó lo mismo que les pasó a muchas personas. Cada vez que me gustaba algo, o era muy ruidosa, o decía lo que pensaba sin pensarlo demasiado, alguien me callaba, o me rebajaba. Que se yo por qué, celos o envidia, cosas de niñas chicas que copian de sus papás. Lo que sea, la cosa es que estuve años siendo tímida, cerrándome y callándome, tanto que todo el mundo me conoce, y me ha conocido siempre como eso, cerrada, callada, tímida, alguien que no llama demasiado la atención, por lo que, obviamente, cada vez que hacía algo “fuera de lo común” me lo hacían notar de una manera que me decía que no lo siguiera haciendo; o al menos así era como siempre lo escuchaba.
Siempre me acuerdo que cuando chica no me gustaba jugar con otros niños. Sentía que era innecesario, no los necesitaba para poder pasarla bien. Tenía suficiente imaginación como para poder jugar sola, pero mi papá siendo mi papá me incitaba a hacer todo lo contrario, a salirme de mi zona de confort de Disney y Nickelodeon, ir a talleres de pintura y jugar con mi hermanastro y los niños del barrio en el que estuviera viviendo. Mi mamá trató, pero con ella tenía la suerte de que le bastaba con las pocas amigas que tenía en el colegio. Honestamente nunca entendí la necesidad de hacerme algo que no soy, y al mismo tiempo lo agradecía, porque sabía que tarde o temprano que me empujaran de esa manera me iba a servir. Creo.
A medida que fui creciendo la timidez se me fue pasando. Ayudó haber salido de los mismos círculos en los que crecí y estuve por años, pero ya de grande me di cuenta de lo introvertida que soy. Y cuando seguí creciendo me di cuenta que eso no es algo malo.
Según Google, y Carl Gustav Jung la introversión es una tendencia de la personalidad más que una emoción. Es algo aparte de la timidez o la inseguridad. Tanto la introversión y extroversión no son algo blanco y negro, se puede mover, cambiar, ser ambos al mismo tiempo dependiendo de la gente con la que estemos. Estoy segura que a más de alguien le ha pasado que se le acaba la batería social en mitad de alguna salida. Y ese es un factor importantísimo, ahora que me doy cuenta. Obviamente cuando somos más chicos no sabemos exactamente discernir entre las personas que nos hacen bien y las que no, las personas que nos aportan y con las que terminamos con agote físico y mental del que tenemos que tomarnos al menos dos días hábiles. Y estando con la misma gente por tantos años, en colegio, universidad, a veces nuestra propia familia (tengo suerte que este no es mi caso), muchas veces nos importa demasiado las opiniones de los demás, como nos perciban y demases, y creo que con un poco de razón, después de todo la vida social es importante en cualquier sentido, incluso cuando nos tratamos de decir lo contrario. Lamentablemente eso muchas veces significa creer que nos tenemos que dejar de lado para caer bien y encajar en un ambiente que todavía no sabemos que nos incomoda o nos cansa, y no sabemos distinguir estas señales como tal.
Y es por eso que quiero hacer un experimento que voy a probar de aquí a la próxima edición. Quiero hacer cosas sola, cosas que pueden parecer muy simples, como tomarme un café sola (cosa que ya he hecho, pero en espacios en los que me siento cómoda) almorzar sola, ir al cine, sentarme en una plaza a hacer nada, quien sabe, en una de esas me convierto en una flâneur Santiaguina, y va a ser un buen experimento para mí. Esto son cosas que siento que me podrían servir para poder lograr otras cosas que quiero hacer.
Esta semana, por fin, vengo con una reseña de libro (honestamente, el intento, porque lo que me enseñaron de escribir reseñas en la universidad fue hace seis años y nunca lo he vuelto a intentar en serio.)
Hace unos días vi una entrevista de Neil Gaiman, en parte sobre cómo, después de ir a un curso de escritura, se dio cuenta que para poder criticar una historia hay que verla, no siempre desde el punto de vista de la trama, sino que también desde el punto de vista de la creación de la obra. He estado tratando de leer así últimamente, tratando de centrarme en ambas cosas, la trama, la construcción del mundo, la construcción de los personajes y la construcción del libro, de la historia, la prosa, etc.
Quiero empezar diciendo que el libro me lo leí en inglés, así que cualquier traducción de términos del libro está hecha por mí y puede que no sea exactamente igual a la traducción oficial del libro. Está en la Biblioteca Pública Digital que siempre recomiendo.
Ninth House de Leigh Bardugo, más conocida como la autora de la trilogía de Shadow & Bone y la duología de Six of Crows nos presenta esta vez con un mundo de fantasía sobrenatural y misterio, algo que nunca había leído en ella. Publicado originalmente el 8 de octubre del 2019 y encasillado dentro del género “adulto” (no a lo Fifty Shades, sino que pensando en el cambio de sus libros “adolescentes” y para “adultos jóvenes” o más conocidos como Young Adult dentro de la industria)
La historia sigue principalmente a una chica llamada Galaxy Stern, o Alex Stern, como ella prefiere que la llamen, una alumna de primer año de la Universidad de Yale además de una exdrogadicta que no terminó el colegio de la ciudad de Los Angeles, California, a quien le es ofrecida una beca a cambio de monitorear los intercambios y actividades de las sociedades secretas de la universidad en lo que es conocida como la Casa de Lethe. Pero esto no sucede solo porque sí, una de las primeras cosas que conocemos sobre Alex es que ha estado involucrada en un homicidio múltiple del cual ha sido la única sobreviviente, eso y que puede ver fantasmas, o como los llaman en este universo Grises o Grays.
Decir que el ritmo inicial del libro es lento es dejarlo corto. Alrededor de la página 60 tuve que obligarme a olvidar que esta es la misma autora que escribió Six of Crows (libro que se ha convertido en uno de mis favoritos). Las descripciones de hecho y lugares se sienten repetitivas, y el monólogo interno de Alex también. Leigh Bardugo empieza esta historia en primavera, meses después del inicio de los sucesos de la trama inicial, con una Alex que se está escondiendo de algo, o alguien, y está malherida, casi que al borde de la muerte. Este prólogo también es nuestro primer acercamiento a lo que es Lethe.
Todo el libro está escrito como una especie de “who’s done it”. Hay un misterio que hay que resolver, el asesinato de una chica del pueblo, o como se refieren a ella “a townie”, y la misteriosa desaparición de Darlington. Todos los capítulos nos llevan del pasado al presente con las perspectivas de Alex y Darlington, también conocido como Daniel Arlington III, el mentor de Alex dentro de Lethe, el Virgilio a su Dante (como la misma autora describe a la pareja). Es él el que enseña a Alex sobre cada sociedad que conforma el círculo de Yale, como funcionan, como funciona su magia (porque sí, la magia existe) y la jerarquía dentro de las mismas. Todas estas sociedades han producido gente famosa, actores, cantantes, políticos, y se dice que esto es gracias a su magia y la capacidad que tienen de persuadir, además de las infinitas cantidades de dinero que poseen. Es un mundo de gente extremadamente rica y con conexiones, algo así como Gossip Girl sin el Gossip y Gilmore Girls sin la esencia de la serie, y si Logan fuera parte de una de estas sociedades y no la que vemos al inicio de la carrera de Rory en Yale. Los ricos y poderosos se mantienen ricos y poderosos mientras el resto paga las consecuencias, muy severas consecuencias.
Este libro me hizo recordar un poco a la saga de The Raven Circle de Maggie Stiefvater (una lectura que recomiendo), pero con más madurez. Gansey, uno de los personajes principales de la saga, perfectamente podría ser un Darlington más maduro y menos abatido por la vida. Tienen ese mismo espíritu de hacer las cosas bien, de creer en las instituciones que los crearon y un cierto sentido de aventura.
A pesar de haberle puesto cuatro estrellas a este libro en Goodreads, debo decir que no es para todo el mundo, de hecho, creo que este es uno de los pocos libros que no recomendaría así como así. Por un momento pensé que lo iba a tener que dejar de lado. Es un libro muy mágico y al mismo tiempo grotesco. Tiene descripciones muy gráficas de cuerpos, sangre y entrañas. Tiene cosas paranormales que, para alguien miedosa como yo, los van a dejar con sueños raros por al menos un par de días. Además de eso, como decimos en Chile, el libro es muy cabezón. Bardugo hace muchos guiños, y a veces explica por completo, literatura clásica, pasajes, citas, personajes históricos (además de explicar parte de la historia de New Heaven, más que nada a través de los ojos de Darlington) la religión católica, la biblia y música de distintas épocas para mover la trama y hacernos entender como lectores lo mucho, o poco, que conocen los personajes sobre su entorno. Esto sirve para mostrar lo poco preparada que está Alex para la tarea que le ha sido asignada y por un momento me sentí de vuelta en la escuela de Literatura Creativa de la UDP sin entender las referencias que mis profesores hacían de ciertos libros.
A pesar de todo, es un libro muy humano, habla de abuso, todos los tipos de abuso que se puedan imaginar, el privilegio desmedido de personas que a estas alturas de la vida deberían haber aprendido de sus errores y personas que no les importa el daño que hacen porque tienen todo el poder del mundo. Alex es un personaje a la que le han pasado cosas horribles para solo tener 20 años, y todo empieza porque puede ver fantasmas. Por otro lado, Darlington es alguien que perfectamente podría tenerlo todo, pero ha sido un niño desatendido absolutamente por sus padres toda su vida, y moldeado por su abuelo para no salir como su padre, que resulta ser un hombre que se aprovecha del dinero del abuelo hasta que muere.
En este momento me estoy leyendo Hell Bent, segunda entrega de esta saga (supongo que va a ser una saga, creo que Leigh Bardugo no ha dicho mucho al respecto).